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domingo, diciembre 4

Me cansé de extrañar.


Llevo alrededor de dos meses echando de menos cosas, personas y momentos que nunca volverán.
La razón no la sé, pero sé que duele porque quema por dentro, quema cada célula de mi cuerpo, quema mis neuronas, quema el oxígeno que respiro... pero no quema recuerdos porque siguen ahí. He decidido seguir adelante, quemando yo misma todos y cada uno de esos recuerdos, nada de guardarlos en un cofre de madera roído con llave, no. Esta vez los voy a quemar, los voy a dejar cenizas y más que todo, yo podré respirar.

Ciertamente pienso que es el instinto de conservación lo que me lleva a tomar esta decisión; no puedo gastarme la vida recordando cómo eran las cosas hace un año o cómo solía reír o vomitar verbalmente lo que quería decir con quien quería decirlo. Y siempre lo he hecho, sólo que por tonta, ese baúl de recuerdos se volvió a abrir dejándome caer en el abismo de la nostalgia donde todo era perfecto pero dolía. No me voy a permitir tomarme por sorpresa algo parecido en el futuro, es por eso que me he quedado callada.

Es una lástima que todo quedara en recuerdo y ahora tenga que encender el fósforo para quemarlo. Sin embargo, lo haré.


Me iré por buena música, un café y seguiré leyendo The Hunger Games. Y sí, mi Grinch ya salió.
Pronto cambiaré el reproductor y depronto el fondo del blog.

1 comentario:

Mar dijo...

Los recuerdos nos abordan todo el tiempo. A veces, en un momento de nuestras vidas, tomamos el control y nos decidimos a recordar solo lo que nos hizo bien, lo demás, lo enterramos.

Vas a ver que cuando elimines los recuerdos que te molestan, vas a sentir un peso menos sobre los hombros. No sirve de nada recordar cosas que ya no podemos cambiar; pero no hay porque eliminar los buenos momentos.

Un beso enorme!