Todo lo que he dicho acá tiene connotación íntima, discreta y artística de mi alma, aquella que quería gritar pero que al final terminó conteniéndose más de lo que debía.
Me aburre el hecho de que ahora no tenga nada que decir, nada que contar sino sólo sandeces. Ya no tengo alguien que me de feedback, alguien que escriba así sea una burrada y veo que visitan y demás y les agradezco, pero ya no es lo mismo.
También me aburre seguir publicando algo que tenga que ver con él. Me aburre pensar en él y sus malditas acciones, sus malditas promesas, malditas palabras y su maldita sonrisa. Su maldita esperanza, sus malditas frases de 'nos tenemos que ver' para que termine siendo un tiempo sin saber de él o demás. Sus malditas ganas de volver, hablar y volverse a largar sin dejar nota de nada. Creo que aprendí a odiarlo.
Me aburre siempre hablar de lo mal que estoy, de lo mal que puedo llegar a estar o de lo mal que estuve. Me aburre tener que contarle todo esto a un blog catre que se traga mis pasiones, sueños, críticas y obscenidades. Me aburre tener que estar mal para escribir.
Me aburre todo, me aburre estar enferma (como lo estoy ahora), me aburre trabajar, me aburre no trabajar, me aburre el sol que hace en el día en esta ciudad de mierda. Me aburre todo. No sé si estoy deprimida o me falta animar mi vida o renunciar a mi trabajo, me aburre todo y por eso, he decidido dejar de escribir en este blog: tengo pensado cambiar la contraseña a alguna que no recuerde nunca o simplemente inventarla con los ojos cerrados y ya, para no volver nunca más, no me quiero hacer más daño. No quiero volver a saber de Camile porque ella quería gritar lo que quería pero no podía decir y terminó ahogándose en sus propios pensamientos, pobresita, me da lástima. No borraré este blog porque sé que hay cosas que lo valen, que siempre estarán ahí y que no se podrán borrar, no quiero borrar eso bonito, pero sí lo quiero olvidar. Pobre Camile. Pobre de ella.
Menos mal nunca volverá. Gracias a todos. Gracias a nadie y hasta nunca.